Estábamos los dos en el salón. La peque se acababa de dormir después del quinto intento. Dios, cómo me gusta tenerla en brazos y darle la teta, pero a veces llega a ser desquiciante. ¡Estoy agotada!
Estaba deseando que llegara este ratito para mí. La tele está puesta pero prefiero coger el móvil y ponerme al día, que tengo una larga lista de whatsapps pendientes.
Oh no, mierda. Acaba de apoyar su mano sobre mi pierna.
No, no quiero volver a lo de siempre.
Me encantaría un rato de mimos, de caricias, que me tocara el cuello y la cabeza, o un masajito en los pies, eso sería lo más. Yo también necesito y quiero mimos, no sólo la peque, pero es que no, al final siempre pasa lo mismo. Parecen que las caricias y los mismo tienen un precio: el sexo. Y… no-me-apetece-na-da.”
Así que prefiero evitar las caricias que jugármela y que pase lo de todos los días cuando empezamos así: acepto sus caricias y las agradezco, él se entusiasma y entonces empieza a besarme y tocarme reclamándome sexo, entonces le digo que no y ¿sabes qué sucede a continuación? Que se molesta y un día sí y otro también terminamos teniendo bronca:
Que si desde que nació la niña no me puede tocar, que no, que hasta es peor porque sucede desde el embarazo, que a este ritmo qué pasa con él, que piense también en él y no solo en la niña, que quién piensa en él sino…
Bffffff, sólo de pensarlo prefiero quedarme aquí, poniéndome al día con los mensajes de whatsapp, la tele de fondo y su mano sobre mi pierna. No quiero darle ningún tipo de señal que pueda dar lugar a error.
Si esta situación te es familiar, si te suena con más o menos fuerza, quiero contarte que lo que te pasa es habitual y normal, las dos cosas. Has tenido un bebé y has vivido un acto sexual muy grande, el parto. Sí, sí, el parto es un acto sexual como lo es también la lactancia materna, y mientras estás dando de mamar tu cuerpo está saciado en cuanto a sexo se refiere. Está generando oxitocina y tú solo tienes ojos para tu peque, claro, esa es la forma que tiene la naturaleza de asegurar la supervivencia.
Estás en pleno proceso de enamoramiento de tu bebé y así es muy difícil que puedas tener ojos para otra persona. Además, a lo que te cuento súmale el cansancio que sientes al estar criando a tu bebé, el agotamiento por tratar de llegar a todo y el revuelvo emocional interno que surge a partir de convertirte en madre. Y ya si eres mamá de dos o más, ni te cuento.
¿Qué puedo hacer para volver a sentir esas ganas?
Así que quiero decirte que respires y te acaricies a ti misma comprendiéndote y no exigiéndote más. Llegas hasta donde puedes y si primero te entiendes tú a ti, si primero te escuchas tú a ti, tal vez puedas elegir un momento tranquilo para contarle a tu pareja cómo te sientes. No para hablar de lo que él hace o deja de hacer, sino de cómo tu te sientes ante la situación que te incomoda o no te gusta.
A veces pasa entre las parejas que hablamos sin escuchar, estamos las dos partes más pendientes de decir lo que queremos, que de escuchar a la otra persona. Por eso te animo a que escojas un buen momento y hables en todo momento de cómo estás tú y cómo te sientes. Hablar señalando al otro lo que provoca es que se ponga a la defensiva y cuando alguien se pone a la defensiva lo que hace es atacar. Llegado a este punto el momento discusión o pelea está asegurado.
A veces entre las parejas con peques nos vemos solo para darnos el relevo, o apenas tenemos un rato para respirar juntos, para mirarnos, para reconocernos. Tal vez empezar por un ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? Y estar dispuesta a escuchar con el corazón puede ayudaros a encontraros.
Rocío López, Periodista, terapueta gestalt y colaboradora de contenidos para Muments.
Rocío es mamá y profesional de la educación emocional. Hoy aúna todo lo que ella es en Creada, ayudando a las mujeres a vivir la maternidad con confianza y seguridad en sí mismas y a reencontrarse con su propio poder a través de su sexualidad y feminidad.
Síguela en instagram: @creada_personasycrecimiento.
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