¿¡Y ahora qué hago yo con tanto juguete?!

Hace tan solo unos días, vinieron unos amigos a comer a casa. Los niños (hablo en masculino porque eran 4 barones, 2 míos de 3 y 5 años y 2 de los invitados, de 5 y 8) se lo pasaron en grande. Tal y como llegaron se pusieron a jugar como si todos conocieran unas mismas reglas de juego, de estas tácitas que todo el mundo sabe tan bien que ni se nombran. Tardaron dos horas en sentarse a la mesa a comer.

Cuando llegó la hora de irse, llegó también la de recoger. Los invitados ayudaron muy amablemente en el cometido y en 5 min lo tuvimos casi todo hecho. Recoger juguetes en nuestra casa es fácil, tenemos un sistema infalible (en fechas no navideñas, por lo que se ve) de cajas blandas DRONA de Ikea que guardamos en un mueble KALLAX de la misma marca. Solo quedaba otro montoncito compuesto por una caja de Lego, un helicóptero de rescate de esos grandes que les encanta a casi todos los niños, un par de maletines de actividades, un ukelele y un par de cajas de puzles. Todos nos quedamos parados. Las cajas estaban llenas y ya nadie sabía cómo seguir. Y ahí se quedaron, puestos uno encima del otro en el rincón, “ordenados”, esperando a que lleguen los niños del cole y a que los adultos de la casa tomemos una decisión amable hacia ellos.

Esto, que también me pasa a mí (para qué lo vamos a negar), es una de las situaciones más típicas después de los cumpleaños y las fiestas Navideñas. No me voy a meter en cuánto tenemos y no necesitamos por el momento sino en cómo evitar que ese “montón ordenado” que ya tenemos en casa no se perpetúe hasta ser parte de las Navidades Futuras ni se reproduzca como los Gremblins y colonice toda la sala.

Hay quien opta por la opción de comprar un nuevo mueble para poder ubicar esos nuevos juguetes. Solución muy práctica y 100% lícita pero que no va conmigo, por lo de acumular y por lo de forrar la casa de estanterías y armarios que saturan el espacio.

Os cuento mi plan de acción:

  1. Prometernos a nosotros mismos, los adultos racionales, que esta vez sí conseguiremos limitar los regalos que los Reyes dejan en casa de la abuela (adulta racional) en la próxima navidad.
  2. Repasar de nuevo los juguetes uno a uno con los niños para decidir cuál nos quedamos y cuál donamos: Esto es algo que hacemos todos los años y que mi hijo mayor (el de 5 años) ya ha interiorizado como algo normal y necesario. Normalmente lo hacemos en una tarde de domingo de invierno, cuando estamos en casa porque hace frío. Lo hacemos todos juntos y dejamos que ellos (de momento es principalmente nuestro hijo mayor) tomen sus propias decisiones. El apego es algo que trabajamos en casa con ellos y hemos logrado que sean conscientes y entiendan que los objetos pueden tener una vida más interesante al lado de otras personas que sí los usan.
  3. Juntar los juguetes que sí nos quedamos y categorizarlos. Esto nos permite, por un lado, tener consciencia de cuánto llegamos a tener y, por el otro, separar rápidamente por tipología (los coches, los instrumentos musicales, los puzzles, los juegos de construcción, los muñecos, etc).
  4. Ubicarlos en los espacios adecuados. Es posible, y más en estas edades en que su juego evoluciona tan rápido, que de algo que tenían muy poco ahora tengan más y al revés. Es preciso dar a cada tipo el espacio que necesita para que cada categoría, cada tipo de juguete, esté en un solo lugar.

Es importante hacer todo esto juntos, como una actividad en familia, guiando cada paso y escuchando lo que ellos también tienen que decir. Si lo hacemos sin ellos perdemos la oportunidad de estar un rato en familia, de saber y entender las preferencias de nuestros hijos y de transmitirles valores como el orden, el desapego por lo material, la importancia de tratar bien las cosas o la generosidad…

Los juguetes son sólo una herramienta (no la única) para que ellos desarrollen sus habilidades y su imaginación.

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